
Me desperté escuchando una canción, y no pude pedirte que dejaras mis primeros pensamientos del día. Creo que te gusta aparecer en mi cama por la mañana, abrazarme y acogerme con ojos achinados. De repente te gusta desaparecer y no volver, para dejarme triste lo que resta del día.
Si la canción te pide otra oportunidad, no tengo más opción que aliarme con ella. La lógica me dice que tengo que estar bien, me seduce con la idea de seguir adelante, pero lamentablemente no me garantiza la felicidad. La canción vuelve a sonar, y te pide que te pongas más cerca, que te apoyes sobre mí, y que dejes de desaparecer. Finalmente la decisión queda en tu lado. Soy yo el que se ha transformado en un cuerpo fantasma, en una imagen que aparece y desaparece. Soy yo el que te hace sentir, que se aferra a tus sabanas y que no quiere seguir desapareciendo.

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