
“Voy a tener suerte…voy a tener suerte”, me empecé a decir desde temprano, y ya son las 7:14. Me resulta extraño levantarme con un nuevo objetivo en la vida: Conseguir trabajo. A mi edad es bastante común – me digo - comenzar esta etapa, pero no puedo evitar sentir un poco de nerviosismo dentro de mi estómago. “Mejor pongo la radio” me dije a mi misma, y me levante de la cama, al parecer el día esta conmigo, porque hay un sol que lo ilumina todo. Me desnudo y no puedo evitar verla dormir, admito que gran parte de mí la envidia, por disfrutar aún el escape de la realidad en sus sueños. Se percata de que coloco la radio, y da unos giros sin intención alguna de despertar. La mañana siempre le concede inocencia y pureza, y creo que eso es una de las cosas que más me encantan de ella. Su piel blanquecina, su pelo liviano y ondulado – mi ricitos de oro me gusta decirle cuando nos ponemos cercanas – sus lunares en la espalda, todas sus cosas me matan un poco cuando me toca dejarla. En fin, es hora de que me vaya a duchar, son las 7:24 y el día sigue, con o sin mí.
“Voy a tener suerte…voy a tener suerte”, me empecé a decir desde temprano, y ya son las 7:05. Me costó bastante quedarme dormido, creo que la ansiedad me tiene un poco sobrepasado. Es un nuevo día, y me toca ir a buscar trabajo. De alguna forma me emociona transitar desde ser un estudiante universitario, a un trabajador, pero debo confesar que hecho de menos levantarme temprano y tener la libertad de antes. Me da una flojera ducharme en las mañanas – siempre me ha dado en verdad – pero siempre hay que estar presentable. El sol que llega por la ventana me tiene encandilado un poco, y no me gusta despertar bruscamente, me gusta que el sueño se vaya de a poco. Mientras me levanto, ella sigue durmiendo placenteramente, ya que no le toca levantarse hasta que mi pequeñito despierta. Sin embargo, cada día que despierto, se me hace más difícil y confuso conformarme con las razones para tenerla a mi lado. Es la vida que siempre quise, pero que ahora me sorprende y me deja sin saber que hacer. Pero es mejor no pensar tanto las cosas, la comida no llega a la casa sentado y reflexionando. En fin, es hora de que me vaya a duchar, son las 7:16 y sigo sin recuperar mi libertad.
“Voy a tener suerte…voy a tener suerte”, me empecé a decir desde temprano, y ya son las 6:59. Siempre me despierto antes de que suene el despertador. Amo dormir, pero nunca puedo hacerlo en exceso, la costumbre me levanta con la salida del sol. Luego me doy cuenta de que tengo un brazo a mi alrededor, que me aprisiona pero que a la vez me protege, me da calor y me espera cuando los días no me tratan bien. Siempre lo miro con gracia todas las mañanas, me sorprende su capacidad para dormir horas y horas seguidas sin inmutarse de lo que sucede en el mundo. Se podría estar cayendo el edificio, y él seguiría en su sueño profundo. Y a mi hoy me toca presentarme a una entrevista de trabajo – de la cual estoy bastante confiado – vestido de traje formal, y con mi mejor sonrisa. Siempre he sido bastante “hippiento”, pero debo decir que no me molesta el cambio de formalidades. Pero la vida es así, en cambio constante. La luz del tremendo sol que apareció hoy me da buenos indicios. Me zafo del ancho de su brazo, y lo beso en la frente, como lo acostumbro a hacer todas las mañanas, y refunfuña, lo cual ya es toda una tradición. En fin, es hora de que me vaya a duchar, son las 7:20, y siento que mi vida no puede estar más completa.

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